21.3.07

Porteros

La peor angustia del portero no la produce el penalti. Queda ahí todavía espacio para el heroísmo. La angustia transcurre lejos de la propia línea de gol, al otro lado del campo, en zona prohibida, donde nada depende de él. Para Casillas, el peor otro lado despliega sus garras estos días sobre el Bernabéu. Bajo sus palos debe de contemplarse el bloqueo del Madrid al otro lado casi con la misma furia con la que se ve desde las gradas. Quizá por eso ha sido él quien se ha atrevido a decirlo: “Cada vez que llegamos al Bernabéu tenemos miedo escénico nosotros mismos”. Y eso que la siguiente visita que iban a recibir era la del Nástic. Pero el miedo es un ácido capaz de disolver cualquier colección de glorias. Pobre Emerson.

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Superada la angustia del penalti con el pie que le dio la vuelta al partido contra el Barça, Palop terminó el otro día en la Uefa de matar todas las obsesiones. Se metió en el área contraria cuando el Sevilla sacaba un córner, en ese clásico movimiento desesperado que suele terminar con una carrera de espaldas para evitar recibir otro gol. Perdían 2-1, y ahí se había acabado la Uefa. Los porteros normalmente sólo corren hacia el otro lado para no pasar a solas la tristeza de la derrota. Pero Palop puso la cabeza en el lugar donde caía la pelota, y consiguió una prórroga, una segunda oportunidad cruel sobre todo para un brasileño que le había marcado poco antes un alucinante gol con el remate del escorpión.

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En un pedazo de hierba sobre el que flotan todos los domingos toneladas de rabia, Robinho juega al fútbol como un autista. Probablemente, si sus compañeros salieran del campo, seguiría bailando del mismo modo sobre el balón. Incluso si fuera el rival el que abandonara el césped. Si no fuera porque el domingo se le vio celebrando un gol, se podría concluir que sí, que juega al fútbol, pero podría perfectamente estar enredando a solas en el patio trasero de su casa.

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En Huelva, Eto’o salió sin haber decidido aún si odiaba más a Messi o al contrario, así que para sacudirse esa duda boba pateó la primera pelota que le llegó desde más de 30 metros. Un disparo absurdo. Tanto, que el portero ni siquiera entendió que había sucedido y se quedó en el lado equivocado, mientras el balón giraba hacia el otro palo.

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A Messi también le hipnotizó meterle tres goles a Casillas, y como si intentara que aquella noche no terminara nunca, repitió el tercero contra el Recre. La misma exhalación en diagonal hacia la izquierda, idéntico último toque para que no quedaran defensas, y un tiro a la otra esquina clavado al del Nou Camp. Como si hubiera conseguido detener un sueño.


Publicado originalmente el 21/3/2007 en
Libro de Notas.

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