3.1.07

Noches sin fútbol

Nada les duele más que ver los partidos desde el banquillo, o correr en los entrenamientos, lejos del balón. Un futbolista que no juega deja de ser un futbolista. Sin embargo, un aficionado puede que lo sea un poco más en épocas sin competición. Se para la Liga, y viendo lo que viene enseguida, se pone uno a soñar con un par de noches perfectas del Madrid contra el Bayern de Múnich, y serán esas noches mucho más perfectas que cualquiera de las pifias de los desamparados de Capello en los últimos meses. Serán, quizá, como aquella vez que Hugo Sánchez, en un campo alemán helado, marcó un gol de falta desde un lateral, a pocos segundos del silbatazo del árbitro, cuando el Madrid perdía 4-1. Era sólo la mitad de una remontada que terminaron dos semanas después en el Bernabéu, en una noche perfecta.

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También hay tiempo para imaginar los respingos que puede provocar aquel Liverpool que le remontó un 3-0 al Milan mirando a los ojos a Ronaldinho y a Eto’o, que ya debería estar de vuelta, y que tiene mucho menos miedo que ellos. Y la electricidad de Villa marcando un gol por la escuadra en San Siro, después de colarse entre las franjas azules y negras de las camisetas. Y después los cuartos de final, y las semifinales… ay. El fútbol sucede en muchos instantes, y en infinidad de mentes.
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En Inglaterra se divierten viendo cómo pierde puestos el cascarrabias arrogante de Mourinho, con esa pinta (corbata deshecha, barba olvidada) de bebedor de whisky en un bar de carretera. El portugués se cabrea porque no pueden jugar Terry ni Cech. Así no puede defender bien, los rivales le huelen el miedo, e insisten en buscar su golpe de suerte contra el Chelsea. Dice que necesita que vuelvan porque son los mejores del mundo, y uno piensa que, en el bar de carretera y en el campo, le vendría bien un amigo como Mourinho. O incluso un enemigo así.
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Algunas noches no hace falta que juegue nadie. Se recuerdan instantes más recientes en los ratos sin fútbol. Otra vez Mourinho. Sus chicos, como si pelearan por la mesa de billar, agarrándole el cuello a los del Barça en el Camp Nou, manteniendo las narices separadas menos de un centímetro. Gigante escupiendo aliento a gigante, con 100.000 tipos asombrados en los asientos.

Publicado originalmente el 2/1/2007 en Libro de notas.

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