6.12.06

El penalti y el western

Se pensó en Sevilla el sábado. Al menos la primera vez. Pocos momentos más insulsos sobre un trozo de hierba que un penalti. Las caídas en el área se celebran con más intensidad que los goles, sobre todo si se producen cerca del final, con el marcador empatado, como le sucedió al Madrid contra el Lyón. Cuando no se ha podido marcar, ahí está el penalti, un gol sin necesidad de disparo, conseguido con instrumento de viento como sustituto de la percusión de la bota. Así de ligero. Un alivio.

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Para la grada del Ruiz de Lopera, el primer penalti del sábado ya había pasado incluso antes de suceder. Oído el silbatazo, el Betis ya tenía el empate. Pero Leo Franco detuvo el tiro de Edu, y se recompuso luego a tiempo de despejar el remate de Juanito. Cuando llegó el segundo, con el Atlético de Madrid aún por delante, el aire que corría era más de estepa texana que de césped del Guadalquivir. Fallado el primero, el penalti se parece ya más a un duelo a revólver que a un gol sin esfuerzo. Leo Franco era un gigante delante de Fernando. No repitió Edu, quizá acosado por la leyenda de los tres que falló Martín Palermo contra Colombia en la Copa América del 99. Fernando, con el peso del primer error, lanzó todavía más cerca del centro de la portería. Paró Leo Franco, pero a Fernando le volvió el rebote. Sin embargo, en aquel momento, bajo los palos, al lado del portero argentino parecía levantarse también el fantasma del Loco Palermo, y Fernando cabeceó fuera. Llega un momento en que los 11 metros miden lo que deciden los fantasmas.
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En el Bernabéu, resucitó Ronaldo eligiendo un instante que le permitiera disimular que aquél era su primer gol de esta liga, de la que ya se han jugado un tercio de los partidos. Pero la puntera amarilla de su bota derecha domesticó un balón que caía desde una diagonal de Sergio Ramos, y el gol se impuso con la contundencia de un uppercut a los pases de baile de Robinho, que hasta entonces habían entretenido el enfado del público. Con un tanto logró noquear una obsesión colectiva por la báscula de casi medio año. Dicen que se oyeron olés en el Bernabéu. Pero el aturdimiento de un golpe no alarga el olvido más de una tarde.
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El malabarismo que mantiene esta semana líder al Barça lo inventó otro equipo. Tamudo, perdido, solo al borde del área, de espaldas al gol, encontró un atajo con el tacón, hacia el centro del área: después, un giro alrededor del defensa y un último toque sobre Palop que destrozaba la ilusión del Sevilla, que se veía primero.
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El Barça sale airoso de raras dislocaciones: su mejor gol lo marca un jugador con otra camiseta, y se pone a jugar contra el Levante como si el Levante no estuviera allí y a través de esos jugadores consiguiera ver a los del Werder Bremen que le esperan esta noche.

Publicado originalmente el 5/12/2006 en Libro de notas.

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