13.12.06

Cruce de túneles

El domingo por la noche busco un canal con los resúmenes de los partidos, pero en este lugar de Israel en el que he ido a caer sólo se ve un canal francés, escondido entre copos de nieve. Miro los goles un rato, pero me canso enseguida: no sé quién juega, no entiendo el idioma. Parece que jugaran a otro deporte. Desaparecido el relato, pierde aire el globo. El fútbol sucede a medias en el campo y a medias en la narración. Por eso resultan tan admirables las palabras de quienes crearon leyendas durante las décadas sin televisores.

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En aquel gol de los diez toques de Maradona, el que le marcaron a medias a los ingleses Víctor Hugo Morales y él, se cruzaron dos momentos del pibe separados seis años y muchos miles de kilómetros. En el momento de encarar a Shilton, Maradona se acordó de Maradona: fueron él y su memoria los que acordaron juntos hacer el último recorte. Después del partido, contó que cuando se vio delante del portero se acordó de un instante idéntico que le había sucedido en Wembley en 1980. Aquella tarde, desde el mismo punto, decidió tirar hacia el rincón izquierdo, y le pegó al palo. Argentina perdió 3-1. Aquel poste le volvió a la cabeza en 1986 mientras corría perseguido y se topaba otra vez con el portero inglés.
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Ronaldinho sabía de la existencia del túnel bajo la barrera alemana porque había visto a Rivaldo una noche con una pala, agujereando reputaciones en San Siro. Como quien finge lanzar una rama para ver saltar al perro, Rivaldo empató a tres gesticulando que buscaba la escuadra. Saltó la barrera abriéndole la compuerta al balón, como saltaron también el otro día cuatro alemanes del Werder Bremen a los que les habría bastado con ponerse de puntillas. Ronaldinho, único conocedor del mapa de la fuga, tiró a ciegas, guiado por los trazos del recuerdo de otro.
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Sin memoria alguna a la que agarrarse, flotaban cuatro alemanes en ese instante en que se cruzaban dos túneles Otro, con medio kilo de gomina sujetándole el pelo, se deslizaba demasiado tarde hacia su palo izquierdo. Allí tirado se le fijaba a Wiese el gol con seis años de retraso: “Me acordaré de esta jugada toda mi vida. Incluso cuando deje el fútbol profesional y vuelva al pueblo a jugar de delantero, seguiré pensando en esa jugada”.

Publicado originalmente el 12/12/2006 en Libro de notas.

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