29.11.06

El olvido de Puskas

Agotado el espacio para la épica, sólo queda la opción de la fantasía. Un 3-0 a favor no deja terreno para los héroes. Casi imposible resultar memorable. Sólo un sueño destruye la apatía. Ronaldinho no había olvidado el suyo, repetido muchas veces en su habitación, contra la pared. Y lo recuperó en el momento preciso, cuando le caía el balón al pecho y corría a su espalda el defensa Cygan, un inmenso calvo francés que se convirtió en su pareja involuntaria para las portadas del día siguiente. Lo recuperó mientras se giraba hacia la derecha, después de tocar con el pecho, cuando quedó la pelota a la altura perfecta para trazar la chilena. El público del Camp Nou no cantó el gol: se le caían las mandíbulas en un ¡oooh! que también debió de acompañar el portero del Villareal, Barbosa. Reconoce que no se enteró de nada mientras Ronaldinho recuperaba un sueño en su área. Pero le queda un consuelo: “Por lo menos salgo en la foto”, algo que también tiene su valor después de aquel salto insuficiente de Peter Shilton contra la mano de Maradona.

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Puskas murió sin saber que era Puskas, y ésa fue, quizá, la peor parte de la tristeza de esos días. El gigantesco olvido contagió incluso al Madrid –tan necesitado de memoria–, que jugando contra el Lyón olvidó que era el Madrid. Corría Robinho como quien planea cargar en solitario contra un ejército infinito. Corría como si no pudiera hacer otra cosa, empujado simplemente por el terror de quedarse quieto. Los demás tipos vestidos de blanco quedaban detrás, como si hubieran desaparecido, fantasmas de la memoria borrada de Puskas.
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En el Bernabéu, las últimas celebraciones nacen fuera del césped. Un mediodía, Ronaldo renuncia a un festín, agarra una manzana y corre un kilómetro más. Y parece que esa manzana escondiera toda la gloria perdida. Otra noche, Cannavaro, un defensa, besaba el balón de oro en París por sus logros con otra camiseta. Calderón lo celebra con la propiedad de quien también ha pagado por los adornos. Desmemoriado ya de los goles del Lyón.
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A Ronaldinho todavía le queda al menos uno de aquellos sueños de niño que es capaz de cumplir. Aún planea el modo de marcar desde el centro del campo. Además de por el siguiente ¡oooh! escupido por 70.000 gargantas, merece la pena que lo consiga por averiguar qué desea después, o si sólo girará ya el cuello para vigilar la báscula.

Publicado originalmente el 28/11/2006 en Libro de Notas.

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