11.4.07

Las rendijas del fútbol

En los minutos que no sirven, esos segundos pegados ya al silbatazo del árbitro, algunos encuentran rendijas de felicidad. En Mallorca, con el tiempo vencido, entró el domingo al campo Óscar Trejo, un chico argentino recién aterrizado de Boca. Tal como estaban las cosas, el que salió seguramente prefirió ir a sentarse, quizá enfiló incluso el vestuario, y se perdió cómo el chico se colaba por pliegues que él acaba de despreciar y, después de dos recortes, alargaba la pierna izquierda para marcarle a Abbondazieri, casi con el billete de avión todavía en el bolsillo.

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A menudo, la gloria se agazapa en esos rincones ciegos de tiempo despreciado. Como en aquellos dos minutos que el Manchester rescató una noche para dejar a Kahn desparramado sobre un poste.
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Algunos de estos recovecos son tan dudosos como Guille Franco tumbado sobre el área de Villarreal mientras Fabiano Eller les metía de cabeza el 1-0. Pero les volverá a suceder, porque en ese equipo sólo Forlán entiende el manejo de esos lugares neblinosos: “Si a mí me cae ese balón dentro del área, yo hubiera chutado a gol, y luego ya habríamos visto lo que pasa”.
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Se sigue mirando con asombro el lugar que ocupa el Madrid en la clasificación. Pierde el Barça, pierde el Valencia, empata el Sevilla, y se quedan los blancos a dos puntos del primero. Se mira con asombro el trayecto, pero el asombro no debería ocultar un giro salvaje producido en el Bernabéu, que aplaudió que volviera Emerson, el que no se atrevía a jugar allí. Y con esos aplausos, Emerson le colocó a Raúl de cabeza una pelota que Diarra había mandado por el aire como si Diarra no fuera Dirra, ni Emerson fuera Emerson, pero que Raúl convirtió en gol, como si fuera Raúl.

Publicado originalmente el 10/4/2007 en
Libro de notas.

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