14.2.07

El carrusel sevillano

Incapaces de marcarse un gol, se persiguen alrededor de un palco intentando al menos lanzarse un mordisco certero. El Sevilla y el Betis viven enloquecidos por el 0-0, que convierte en imposibles las chanzas en los bares. Hasta esa deslumbrante Uefa del Sevilla podría haberse oscurecido sólo con que Robert hubiera acertado con el penalti. Pero parecen condenados a dar vueltas alrededor de sí mismos, jugando dos veces a la semana, sin marcar, mientras los presidentes, como niños bobos, tratan de provocarse el daño que conseguiría un gol.

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El Barça ha atravesado su depresión invernal convencido de que aquello terminaría el día triunfal en que regresara Eto’o. Y allí estaba el domingo en el banquillo del Camp Nou, después de haberse acostumbrado de nuevo a las botas la semana anterior, dispuesto a sanarlo todo, como un hechicero zulú. Ante su mirada, despertó Ronaldinho de un sueño espeso, como soñado entre barro. De nuevo flotaba, y en uno de sus vuelos marcó hasta de cabeza.
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Durante esa depresión invernal, incluso Eto’o vivía convencido de la gigantesca catarsis colectiva que iban a provocar sus pisadas sobre la hierba del Camp Nou. De ahí el desconcierto. Fue aquel día, pero sin él. Tanto, que no quiso salir al campo cuando Rijkaard dijo que había llegado el momento. Algunos jugadores eligen un instante en sus vidas sobre el que dibujan una raya, y a partir de esa línea fingen no soportar ya más papeles secundarios.
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En San Sebastián, la lengua de Beckham, disparada hacia las cámaras. Su rabia había viajado directamente desde una urna de cristal dentro de la que se sentaba con su madre al gol. Sin pasar por Capello.
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Los jugadores del Madrid piden ahora que vuelva Cassano. Los siguientes en la lista son Ronaldo, Zidane, Figo… Una historia dentro de un retrovisor es lo que ahora intentan dibujar. Pero en ese retrovisor no parece que queden reflejos suficientes.

Publicado originalmente en Libro de notas.

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